
Crónica ritual de un oficio que aún resuena en las esquinas del alma. El próximo 7 de noviembre. ese día, el Día del Canillita, se recuerda a Sánchez y a todos los que hicieron del papel impreso un gesto de comunidad.

POSDATA Press| Argentina
“Rieles de memoria: el primer tranvía de Buenos Aires”
En las calles de Buenos Aires, donde hoy el tránsito moderno borra huellas antiguas, una placa discreta recuerda un inicio: el 14 de julio de 1863, el primer tranvía salió de la estación de Retiro rumbo a la Plaza de Mayo. No era eléctrico ni metálico como los que conocimos después, sino un coche de madera tirado por caballos, que inauguraba una nueva manera de habitar la ciudad: el transporte público como tejido de lo cotidiano.
El primer viaje
Ese día, los porteños vieron pasar un coche importado de Inglaterra, montado sobre rieles y guiado por caballos. El recorrido era breve pero simbólico: desde la estación Retiro hasta la Plaza de Mayo, atravesando el Paseo de Julio (hoy Leandro N. Alem). En la esquina de la Plaza se levantaba la Estación 25 de Mayo, una casilla de madera con sala de espera y cafetería, donde los pasajeros aguardaban su turno para subir.

El viaje costaba apenas unos centavos, pagados con fichas metálicas o boletos sencillos, y a bordo había un conductor que guiaba los caballos y un guarda que cobraba el pasaje y mantenía el orden. Era un ritual nuevo: esperar, subir, pagar, viajar juntos. Una coreografía urbana que empezaba a dar forma a la vida moderna.
La expansión
Con el tiempo, la red creció hasta cubrir casi 900 kilómetros de vías y miles de coches. Los tranvías fueron testigos de amores, rutinas obreras, paseos familiares y también de la transformación urbana que nunca se detuvo. Cada barrio se abrió paso gracias a esos rieles que lo conectaban con el centro.

Pero como todo ciclo, también tuvo su final. Entre 1959 y 1962, las vías fueron levantadas y los coches desaparecieron, dejando un vacío que aún hoy se siente en la memoria de quienes los vivieron. El último tranvía circuló en 1962, cerrando una etapa que había marcado profundamente la identidad porteña.
La placa de la memoria
Hoy, esa placa en Plaza de Mayo es un recordatorio silencioso. No es solo un dato histórico: es un gesto de memoria urbana, un modo de decirnos que la ciudad guarda en sus muros y esquinas las huellas de lo que fuimos. Cada tranvía que pasó dejó un surco invisible en la vida de Buenos Aires, y esa placa nos invita a detenernos, a escuchar el eco de las ruedas sobre los rieles, a reconocer que la historia también se escribe en los trayectos cotidianos.
El tranvía fue un hilo que unió estaciones y plazas, pero también memorias y afectos. Hoy, la placa que lo recuerda nos devuelve la certeza de que cada paso de la ciudad merece ser narrado, porque en esas huellas se sostiene nuestra identidad colectiva."
Fuente: Imagénes

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