Viur. capítulo 23: Y la luz se hizo

El Arca de Luis05/11/2025 Luis García Orihuela
  

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POSDATA Press | Argentina


Luis García Orihuela

Por Luis García Orihuela 


No me lo podía creer. Pero ante mis ojos estaba la evidencia. Cursiva no había sido la única ficción creada por mi mente. Ante mí tenía la evidencia, irrefutable, de que el bueno del profesor Freiberg nunca había existido. Las pruebas eran obvias y contundentes. El diván en el cual yo me tumbaba en cada visita, y dejaba correr mis pensamientos más íntimos, no era otro que el diván que tenía en mi casa.

Con claridad meridiana comprendí que mis visitas a Freiberg las realizaba sin ser consciente de ello, entrando por la calle de atrás de mi casa, por la que antaño accedía el personal de servicio doméstico para atender las necesidades del día a día de mi familia.

Quedé desolado ante tal descubrimiento. Lo de Cursiva podía llegar a entenderlo, de hecho, pensaba tenerlo ya asumido, pero lo de Freiberg... debí haberlo intuido, al menos cuando pensé que estaba en el lugar de Cursiva, y esta en el sofá desde el cual él, presuntamente, me atendía.

Ahora ambos habían desaparecido de mi vida, dejándome como una cáscara vacía, seca y sin apenas vida. Ahora deseaba con todas mis fuerzas fuese ocupado el diván por aquella mujer maravillosa que había irrumpido en mi vida sin apenas haberme dado cuenta.

Mi rostro debió de pasar por un sin número de caras, pues Shin se posicionó a mi lado nada más comprender que algo pasaba y no era necesariamente bueno para mí.

—¿Estás bien? Te has quedado blanco de pronto.

Me llevó algo más de dos horas explicarle la verdad sobre el doctor Freiberg. De hecho, me resultaba difícil para mí mismo de entender, pero así estaban las cosas y lo pasado no se podía cambiar.

—¿Entonces cuando ibas a tus sesiones de terapia con el doctor Freiberg, lo que hacías era acudir a tu propia casa por la puerta de servicio sin ser consciente de ello? Cuánto mal te ha hecho la medicación. Deberías de denunciarlos.

—No creo sirviera de nada el hacerlo. Quizás fuera mi subconsciente el que hiciera todo.

—Puede que lleves razón. ¿Quién sabe, verdad?

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Dormía plácidamente, agarrado como un bendito desde su espalda al cuerpo de Shin, la cual dormía sin inmutarse, cuando mi teléfono móvil comenzó a sonar como un poseso. Su sonido nos despertó a ambos. Shin se desperezó, sacando sus brazos del ovillo hecho con las sábanas, dándome un cálido beso en el cuello mientras yo me incorporaba en la cama y contestaba la llamada un tanto molesto.

—¿Sí? ¿Quién es? —dije con una voz seca y poco amistosa.

—Venga, Viur, espabila, qué hace un día estupendo y te lo estás perdiendo, cariño.

Aquella voz y forma de hablarme me era inconfundible. No era otra que mi amiga la Lectora de sabanas.

—Hola... ¿Habíamos quedado? No recuerdo...

—No, no, cielito. Pero creo tengo algo que de seguro te ha de interesar.

—¿Ahora lees los filtros de los cigarrillos? Yo no fumo —dije intentando ser gracioso con mi ocurrencia.

Shin salió de la cama y, tras enfundarse sus diminutos pies en las zapatillas rosas forradas de borreguito, se dirigió hacia el cuarto de baño, dejándome disfrutar del sinuoso movimiento de sus prietas nalgas, tan desnudas como el resto de su atractivo y sugerente cuerpo. Las voces dadas al otro lado del móvil me hicieron volver al presente.

—Dime, dime... Estaba distraído.

—Estoy trabajando a tiempo parcial como agente inmobiliario, y tengo una casa a la venta que podría interesarte.

—Pero, es que no busco casa. Tú conoces esta casa perfectamente y no carece de nada.

—Oh, sí. Por supuesto. Pero reconóceme que para una persona sola es... ¿Cómo decirlo? Es demasiada casa. Lo que tú heredaste es una mansión... ¿Cómo decirte? ¿Enorme? Ya lo era con tus padres en vida cuando estaban en ella. Y estando tú ahora solo...

Se interrumpió al escuchar la voz de Shin preguntándome quién me llamaba.

—Viur, ¿hay un cruce en la línea, o he escuchado una voz femenina cerca de ti a estas horas tempranas de la mañana? Bueno, no es que me importe, pero sí me pica la curiosidad... ha de ser una joven muy, muy especial para que la hayas dejado entrar en tu vida... y en tu casa. ¿Te parece que quedemos, la conozca y, de paso, ves o veis la casa? Para dos es ideal, y ya sabes, si te la ofrezco a ti primero es porque ya he visto que está orientada al Norte y tiene buenas vibras, aparte de un bosque increíble frente a la casa.

Decidí interrumpirla o nunca llegaría al cuarto de baño a tiempo.

—Dime hora y lugar. Allí estaremos sin falta. Chao.

Quizás ella tenía razón en sus palabras y no hiciera falta el recurrir a sus artes adivinatorias. La mansión heredada era demasiado grande para los dos, tanto Shin como yo éramos de espacios más reducidos, y ahora que me sentía un Viur nuevo, podía ser una gran idea el cambiar de sitio e ir a otro lugar en donde no fuese conocido. En el barrio estaba seguro se habrían preguntado la causa de que entrara en unas ocasiones por la puerta principal y en otras por la de servicio. De seguro me habrían tildado como mínimo de rico excéntrico o de pirado, un loco más entre tantos otros.

Incluso mi relación con Shin, todavía un tanto indefinida, podría llegar a resultarle perjudicial sin yo quererlo. Definitivamente consideré que era una buena idea, y tras explicar exhaustivamente a Shin el porqué de la llamada, dimos los pasos pertinentes para prepararnos y acercarnos a la dirección que me había indicado por el WhatsApp nada más colgar.

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Shin, que de normal parecía entusiasmarse por todo y a la vez por nada, una vez informada del motivo de la llamada de Lola, pareció satisfecha y bien dispuesta a salir a cotillear aquella maravilla de casa según las propias palabras de Lola. Shin, hasta donde podía entender o intuir yo desde que la había conocido, era lo más cercano a un espíritu libre y desinteresado. No obstante, parecía disponer de un sexto sentido para aceptar de buenas a primeras todo aquello que 

a mí me interesara. Mi madre, en paz descanse, no la habría comprendido probablemente nunca, pero estaba convencido de que a mi difunto padre se le habría caído la baba de haber llegado a conocerla. Su temperamento, vitalidad y ausencia de ropa interior le habrían complacido sin lugar a dudas.

Una hora más tarde nos recogía Lola, con su nuevo Peugeot, a la puerta de mi casa. Aunque Lola era una maestra en el arte de disfrazar sentimientos, me quedó claro nada más presentarle a Shin que ella le caía muy bien, a pesar de los ojos que puso como platos al comprobar que Shin no llevaba puesto sujetador alguno, y que su forma de andar no sólo no lo disimulaba, sino que acentuaba con creces el hecho a cada saltito que efectuaba para andar.

Nunca vi caminando a una mujer más hermosa que Shin. Sólo de pensar en que pudiera perderla, que decidiera antes o después en abandonarme, me provocaba un dolor de estómago impresionante que me costaba ocultar, pues siempre estaba pendiente de mi persona igual que haría un guardaespaldas profesional.

Unas tres horas después, aproximadamente, llegábamos al lugar de destino y quizás a una nueva vida más hermosa.


Crédito:Las  imágenes  fueron creadas con inteligencia artificial como parte del proceso editorial. En Posdata Press, la tecnología acompaña, pero no reemplaza: cada imagen es una lectura simbólica que celebra la voz del autor y el espíritu del texto.

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